Rodrigo Rato, especial protagonista de la salida a Bolsa de Bankia hizo uso de su derecho a la última palabra en el eterno juicio que concluyó hace unos días.
Es significativo que el artífice del milagro económico español en su etapa en el Gobierno de España como vicepresidente, ex director general del Fondo Monetario Internacional y una de las personas más influyentes en el sistema financiero español y mundial (de hecho, se barajó su posible candidatura a la presidencia del Gobierno), en su uso de la palabra, trasladara la responsabilidad de la estafa de Bankia a los supervisores, Banco de España y CNMV y sus sucesores en Bankia.
Se trata de un insulto a la inteligencia que Rato justificara su actuación en beneficio de los accionistas: recordemos que muchos de ellos eran clientes minoristas de avanzada edad.
Como testigo de la última década de impugnación de contratos bancarios, superando todo tipo de trabas antes los mejores despachos de este país, esperaba que, por una vez, alguien del sistema financiero asumiera su responsabilidad y pidiera perdón a todas y cada una de las familias arruinadas por la mala comercialización de productos complejos de alto riesgo como obligaciones subordinadas, participaciones preferentes, permutas financieras, estructurados, derivados, etc…
Sin embargo no fue así. Y esta actuación es una evidencia palmaria de que la música nunca dejará de sonar y que los mercados mediante las entidades bancarias seguirán colocando basura financiera entre sus clientes en aras de la productividad, crecimiento o progreso.
Como abogado espero que en el presente asunto se dicte una sentencia fundada que marque el camino para los siguientes casos bancarios como el del Banco Popular y el BBVA y evite a futuro que la historia se repita.